El palacio de los sublimados

En el año 2149, la humanidad había llevado el poder del neocórtex a un extremo insólito: los instintos básicos estaban prohibidos. Una tecnología revolucionaria, llamada la Corona Sublimadora, se implantaba al nacer y reescribía las conexiones cerebrales, eliminando cualquier traza de deseos primarios. Comer no era un placer, sino una tarea creativa; reproducirse se había convertido en un proyecto artístico; y la lucha por la supervivencia se sublimaba en la acumulación de títulos académicos.

En este mundo ordenado y meticulosamente diseñado, las emociones crudas eran vistas como una enfermedad. Los pocos que nacían con defectos en sus Coronas eran llamados "los Instintivos", y eran marginados a vivir en las sombras, lejos de las cúpulas relucientes donde habitaban los Sublimados.

Niré, una joven Sublimada, llevaba años escribiendo un tratado filosófico titulado "El arte de existir sin propósito". Una tarde, mientras paseaba por el borde del distrito creativo, sintió algo extraño: un deseo ardiente de correr sin motivo. Su corazón latió con violencia y, sin poder evitarlo, salió corriendo hacia la zona prohibida. Allí encontró a un grupo de Instintivos que bailaban, comían con las manos y reían con una pasión que ella nunca había visto.


Uno de ellos, un hombre llamado Lior, se acercó a Niré. "Esto es lo que escondieron de ti," dijo, tomando su mano. Ella sintió por primera vez el peso de un deseo no sublimado. Era crudo, pero glorioso.

Sin embargo, las cámaras de seguridad habían registrado su huida. En cuestión de minutos, drones del gobierno rodearon a los Instintivos y a Niré. Los Sublimados no toleraban la insubordinación. El líder del escuadrón, frío e impecable, se acercó a Niré y susurró: "Tu neocórtex nos pertenece."

Un destello brillante, un grito, y Niré fue arrastrada de vuelta a la ciudad. Su tratado fue publicado meses después, pero algo en su estilo había cambiado. El texto, antes vibrante, era ahora rígido, carente de pasión. Niré ya no corría. Solo caminaba, lentamente, como todos los demás.