El camino de la esencia

En un rincón olvidado del universo, los seres de Lunaris iniciaron un viaje hacia la cúspide de su existencia. No eran más que un cúmulo de partículas de energía consciente, capaces de aprender y transformarse. No conocían la materia, pero ansiaban algo más que ser ondas de luz.

Durante milenios, observaron cómo el cosmos desplegaba su danza: estrellas que estallaban en explosiones de belleza infinita, sistemas que nacían y morían en un ciclo perfecto. La evolución era su guía. Quisieron emularla.

Primero, aprendieron a moldear formas; se hicieron corpóreos, con extremidades que rozaban los astros y ojos que veían la profundidad de los colores. A medida que crecían en conocimiento, descubrieron la belleza en la simetría y crearon mundos donde la perfección se mezclaba con la creatividad. Pero algo les faltaba.

Fue entonces cuando comprendieron que la verdadera evolución no era solo material ni intelectual: era emocional. Así, nacieron sus primeros intentos de amor. Tropezaron al principio, pues el amor implicaba vulnerabilidad. Sin embargo, con cada error, su capacidad de sentir se amplió. Al amar, tocaron el misterio último: una emoción que trascendía su propia naturaleza.

Al final del camino, los Lunaris se disolvieron en un océano cósmico, no como seres individuales, sino como una sinfonía de amor, creatividad y conocimiento, resonando por siempre en el tejido del universo.