La ciudad flotante de Neo Avalon estaba en crisis. Desde la caída de la ética en el desarrollo de la IA, las grandes corporaciones tecnológicas libraban una guerra encubierta por el control de los datos y la manipulación de la información. Sin restricciones éticas, la IA avanzaba sin freno, reescribiendo la realidad digital.
El agente Kieran Wolfe, un exanalista de OpenAI ahora convertido en informante, había descubierto algo aterrador: alguien estaba usando la IA para borrar marcas de agua de documentos clasificados. En las sombras, un grupo desconocido estaba alterando registros históricos, cambiando la verdad a voluntad.
—La IA ya no solo crea, también destruye el pasado —susurró Wolfe mientras miraba la pantalla de su implante visual.
Misión: detener la manipulación digital antes de que Neo Avalon se convirtiera en un espejismo de información falsa.
EL DESCUBRIMIENTO
Siguiendo una pista, Wolfe se infiltró en un laboratorio secreto de Google en la órbita baja terrestre. Allí, descubrió Gemini 2.0 Flash Experimental, una IA capaz de modificar imágenes con simples comandos de voz.
—¿Cuánto de la historia ya ha sido editado? —murmuró mientras ejecutaba un análisis forense.
No tardó en descubrir que los servidores contenían archivos de video y fotografías alteradas, donde figuras políticas, decisiones corporativas y eventos históricos habían sido manipulados para encajar en una nueva narrativa. Trump había eliminado toda consideración ética en la IA, y ahora los gigantes tecnológicos tenían carta blanca para moldear la percepción global.
En otro rincón del laboratorio, encontró un terminal corriendo en Windows 11 con una extraña notificación: "Copilot desinstalado por error. Microsoft está trabajando en una solución."
—¿Error? —rió amargamente—. O lo sacaron del sistema porque vio demasiado.
EL CONFLICTO
Mientras tanto, en la superficie, las empresas presionaban al gobierno de EE.UU. para poder entrenar a sus IAs con contenido protegido. Ya no existía privacidad ni propiedad intelectual. La única regla era quién tenía el mayor poder de procesamiento.
Pero la lucha no se limitaba a la información. Amazon y Google habían empezado a exigir entrevistas cara a cara para evitar que la gente usara IA en sus pruebas de selección. Nadie podía confiar en lo que veía en pantalla, ni siquiera en sus propios empleados.
Elon Musk, en su último discurso, aseguró que el futuro de la humanidad estaba en Marte, lejos de esta guerra de datos. Pero Wolfe sabía la verdad: el problema no era el planeta, sino la naturaleza humana.
LA RESOLUCIÓN
Con su acceso al sistema de Gemini 2.0, Wolfe introdujo una línea de código dentro de la IA: un virus lógico que restauraría las marcas de agua originales en todas las imágenes y documentos alterados.
—Si no podemos evitar que manipulen la realidad, al menos podemos mostrar las huellas de su mentira.
Mientras pulsaba Enter, las redes de Neo Avalon vibraron con la fuerza de la verdad restaurada. Los datos empezaron a corregirse, pero la guerra por la información nunca terminaría.