Era un grifo azul, pero no siempre lo había sido. Antes era de color plata, brillante y reluciente, como el orgullo de su dueño. Lo había instalado hace muchos años, cuando compró la casa en el casco antiguo de la ciudad. Era una casa pequeña y humilde, pero tenía un encanto especial. Tenía un patio trasero, donde el grifo azul daba vida a un pequeño jardín de flores y hierbas aromáticas.
El dueño del grifo azul se llamaba Luis, y era un hombre bueno y trabajador. Le gustaba cuidar de su casa y de su jardín, y disfrutar de las pequeñas cosas de la vida. Por las mañanas, se levantaba temprano y regaba las plantas con el grifo azul. Luego, se preparaba un café y se sentaba en el porche a leer el periódico. Por las tardes, volvía del trabajo y se relajaba en el patio, escuchando el sonido del agua que caía del grifo azul. A veces, recibía la visita de algún vecino o amigo, y charlaba con ellos mientras les ofrecía una taza de té o una copa de vino. Luis era feliz con su vida sencilla y tranquila.
Pero un día, todo cambió. La ciudad se vio sacudida por un terremoto, que causó graves daños y destrucción. La casa de Luis se derrumbó, y él quedó atrapado bajo los escombros. Los bomberos llegaron al lugar y empezaron a buscar supervivientes. Luis estaba inconsciente, pero aún respiraba. Lo encontraron gracias al grifo azul, que seguía goteando agua entre las ruinas. Lo sacaron con cuidado y lo llevaron al hospital. Allí, le dijeron que había tenido suerte de sobrevivir, pero que había perdido su casa y todas sus pertenencias.
Luis se sintió desolado. No tenía familia ni dinero para reconstruir su vida. Se quedó en un albergue temporal, donde recibió la ayuda de los servicios sociales. Pero nada le consolaba. Lo único que le quedaba era el recuerdo de su grifo azul, que había sido su compañero fiel durante tantos años. Luis se preguntaba si el grifo azul seguiría allí, entre los restos de su casa, o si alguien lo habría robado o destruido.
Un día, Luis decidió volver al lugar donde estaba su casa. Quería ver con sus propios ojos lo que había quedado de ella. Se armó de valor y caminó por las calles, que aún mostraban las huellas del desastre. Al llegar al sitio, se quedó sin aliento. No quedaba nada de su casa, solo un montón de piedras y escombros. Luis se acercó con tristeza y empezó a remover los restos, buscando algún objeto que le recordara su pasado. De pronto, vio algo que le hizo sonreír. Era el grifo azul, que aún estaba intacto y pegado a la pared. Luis no podía creerlo. El grifo azul había resistido el terremoto, y seguía goteando agua como siempre. Luis se acercó al grifo azul y lo tocó con cariño. Sintió una emoción que le llenó el corazón. El grifo azul era un símbolo de esperanza, de
que aún quedaba algo bueno en el mundo. Luis decidió que no iba a rendirse, que iba a luchar por recuperar su vida. Y lo primero que iba a hacer era llevarse el grifo azul con él, para que le acompañara en su nueva aventura.