El mercado de las sombras

En la ciudad de Lýthos, los habitantes vivían rodeados de pantallas. No conocían el sol directamente; su luz les llegaba a través de hologramas. No tocaban la tierra; caminaban sobre suelos sintéticos que simulaban prados. No compraban cosas físicas; adquirían experiencias que eran transmitidas directamente a sus mentes.

El Mercado de las Sombras era el centro de todo. Ahí no se vendían objetos, sino percepciones. Un ciudadano podía comprar el placer de un banquete sin haber probado bocado, la sensación de haber viajado sin moverse de su silla, la satisfacción del amor sin haber conocido a nadie. Cada experiencia tenía un precio y, con el tiempo, los más ricos ya no necesitaban la realidad en absoluto.




Pero algo inquietante ocurría: cuanto más consumían, menos podían distinguir lo real de lo simulado. Se contaban historias de gente que había comprado la sensación de despertar, pero nunca despertaban realmente. Otros adquirían el recuerdo de haber vivido un día perfecto y, al regresar a su hogar, encontraban su cuerpo inerte en una habitación oscura, esperando que su mente volviera.

Una noche, Íkaros, un joven escéptico, decidió descubrir la verdad. Se infiltró en los sistemas del Mercado y encontró un archivo oculto: un video de una ciudad distinta, una sin pantallas ni simulaciones, donde el sol brillaba y la gente vivía sin comprar percepciones.

El descubrimiento lo aterró. ¿Era aquella la verdadera Lýthos? ¿O era solo otra experiencia vendida para dar la falsa impresión de haber despertado?

Con el tiempo, Íkaros dejó de confiar en su propia existencia. ¿Estaba él mismo en un recuerdo comprado? Tal vez nunca había nacido realmente, solo había pagado por la sensación de haber vivido hasta ese momento.

Y entonces, el Mercado de las Sombras le ofreció su mejor producto:
¿Deseas comprar la certeza de que esto es real?