En el año 2147, la humanidad desarrolló el Chronospeculum, una máquina capaz de recrear cualquier momento del pasado con absoluta fidelidad. Los historiadores ya no especulaban; las memorias de cada civilización podían ser observadas en primera persona, sin omisiones ni interpretaciones.
Un día, un grupo de científicos decidió probar un experimento arriesgado: reconstruirían al célebre poeta Lysander Arktos, cuya obra había inspirado generaciones pero cuya vida personal estaba sumida en la incertidumbre. Usando fragmentos de su ADN y el Chronospeculum, lograron replicar tanto su cuerpo como sus recuerdos más íntimos. Lysander despertó en un laboratorio lleno de luces frías, rodeado de rostros asombrados.
—¿Quiénes son ustedes? —preguntó con una voz temblorosa, al borde del pánico.
—Somos tus admiradores —respondió uno de los científicos—. Te hemos traído de vuelta para comprender mejor quién eras.
A medida que interactuaban con él, los investigadores se dieron cuenta de que el hombre frente a ellos no se comportaba como el legendario poeta que tanto veneraban. Lysander parecía indiferente a sus obras; hablaba con desdén de los poemas que ellos consideraban inmortales y se burlaba de las interpretaciones que habían construido sobre su vida.
—No soy quien creéis que soy —les dijo con una risa amarga—. Soy solo una acumulación de recuerdos y tejidos. Si desmenuzáis cada parte de mí, ¿seguirá existiendo el hombre que admirabais?
Frustrados, decidieron someter a Lysander a un último experimento: le cambiaron una parte de su memoria por una versión idealizada, creada a partir de los análisis de sus poemas. Luego reemplazaron uno de sus órganos por un implante biomecánico. Poco a poco, más y más elementos de su "yo original" fueron modificados hasta que no quedó ni un rastro del hombre que había sido.
Al final, Lysander se convirtió en la encarnación perfecta del poeta que siempre imaginaron. Recitaba sus versos con pasión, reflexionaba profundamente sobre la existencia y se deleitaba en la adoración de sus creadores. Pero en las noches más silenciosas, susurros llenaban el laboratorio, como un eco lejano:
—¿Soy el Lysander que existió o solo una versión que ustedes han creado? ¿Puede algo que ha sido desmantelado seguir siendo lo mismo?
Los científicos no supieron responder. Aunque el hombre frente a ellos parecía ser todo lo que deseaban, no podían olvidar al Lysander original, despojado y olvidado en un rincón de su memoria.