El mundo había cambiado. Los rascacielos y las autopistas que una vez simbolizaron grandeza eran ahora esqueletos de un pasado arrogante. La humanidad, tras siglos de dominio, se vio forzada a coexistir en un planeta que ya no la necesitaba.
En una pequeña cúpula de vidrio, Hugo observaba al gorila frente a él. Era uno de los últimos de su especie, rescatado por los biólogos en un intento desesperado de preservar lo que quedaba de la naturaleza. Pero aquel gorila parecía diferente, como si supiera más de lo que debería.
Hugo, jefe de un grupo de científicos que trabajaban en "La Segunda Oportunidad", tenía un propósito claro: reconstruir un mundo sostenible. Sin embargo, aquella mirada del gorila lo perturbaba. Era inquisitiva, casi juzgadora. Cada vez que sus ojos se cruzaban, Hugo sentía una punzada en el pecho, como si todas sus decisiones estuvieran siendo pesadas en una balanza invisible.
Una noche, mientras los demás dormían, Hugo se acercó a la cúpula. "¿Qué quieres de mí?", murmuró, sintiendo la ridiculez de hablarle a un animal. Pero la mirada del gorila se intensificó. Hugo retrocedió,
sintiendo una presión en su mente. No eran palabras, pero el mensaje era claro: "Tu especie tuvo su oportunidad, y fracasó."
De repente, las luces de la cúpula parpadearon. Hugo corrió al panel de control, pero todos los sistemas estaban desactivados. En la oscuridad, solo la mirada del gorila brillaba. Un rugido sordo llenó el aire. No provenía del animal, sino del suelo mismo. La cúpula comenzó a agrietarse.
El mundo había decidido. El experimento humano llegaba a su fin.
Hugo cayó de rodillas mientras la cúpula estallaba en mil pedazos. El gorila salió lentamente, sereno, hacia el bosque que reclamaba el lugar. Hugo entendió, en su último momento, que la evolución no perdona la arrogancia.