El profesor Ulrich tenía un artefacto que podía cambiar el curso de la humanidad: el Crono-Semblante, una máquina que no solo predecía los futuros posibles, sino que podía ajustar el momento exacto en el que una idea debía presentarse al mundo para maximizar su impacto. Era una obra maestra de ingeniería y matemática, pero también un mapa filosófico del devenir humano.
Durante años perfeccionó su invención, sacrificando amistades y salud. Cuando por fin la terminó, ingresó los datos de su propia creación. El Crono-Semblante se iluminó y respondió: "Este invento tiene un 99.8% de probabilidad de fracasar si se presenta en el tiempo actual. Lo siento, profesor."
Ulrich se quedó helado. Estaba a punto de destruir su máquina, creyendo que sus esfuerzos habían sido en vano, cuando apareció su asistente, Eloísa, con una propuesta radical. "¿Y si utilizamos tu máquina para encontrar el tiempo perfecto para darla a conocer?"
Pasaron días calibrando el dispositivo hasta que este determinó la fecha idónea: trescientos años en el futuro. El profesor, resignado pero convencido, guardó su máquina en una bóveda sellada, dejando instrucciones precisas para que alguien la encontrara en ese tiempo.
La ironía del destino lo atormentaba: había creado una solución para otros, pero su propia obra quedaría relegada a un sueño del mañana. Mientras cerraba la bóveda, una sonrisa amarga se dibujó en su rostro. "Quizá el tiempo no está listo para mí, pero yo sí lo estuve para él."