El salto final

En la Ciudad Segmentada, cada habitante vivía una vida estrictamente regulada por los Hechos, una red infinita de plataformas interconectadas por peldaños. Caminar de un hecho a otro era la única manera de avanzar. Cada peldaño simbolizaba una tarea, un protocolo o una norma que debía ser cumplida sin cuestionamientos. No existía el vacío, ni la duda, ni el riesgo.

Pero a veces, en los bordes de la red, se escuchaban murmullos sobre los Acontecimientos. Decían que eran como destellos, brechas en la red, donde el vacío se abría bajo los pies y el vértigo se apoderaba de los valientes. Nadie podía describirlos claramente, pero los rumores decían que un acontecimiento era la única manera de ver más allá de la Ciudad.

Dara, cansada de las repeticiones infinitas, decidió buscar los bordes. Sabía que el Guardián de los Peldaños castigaba con severidad a quienes cuestionaban la red, pero su curiosidad era más fuerte. Tras meses de ascensos clandestinos, llegó al límite: un abismo negro e insondable. Al otro lado, un resplandor titilaba. ¿Sería un acontecimiento?

El Guardián apareció detrás de ella. "No hay vuelta atrás, Dara. O regresas a la red o saltas al vacío". La voz no tenía emoción, pero las palabras pesaban como hierro.

Ella miró hacia abajo, hacia el vértigo puro, y luego hacia el resplandor al otro lado. Cerró los ojos. "Si la red es una mentira, entonces este salto es la única verdad", susurró.

Saltó.

El aire frío golpeó su rostro, pero el resplandor se desvaneció. En su lugar, vio miles de otras figuras cayendo, cada una atrapada en su propia elección. El vacío no tenía fin, solo ecos de gritos que se entrelazaban con el suyo.