La habitación de los ojos ausentes

En un pueblo olvidado por los mapas, donde las nubes nunca tocaban el suelo y el silencio se metía en los huesos, vivía una niña llamada Ada. Su madre, Irina, era enfermera retirada, conocida por su amabilidad y su entrega. Quienes la visitaban aseguraban que su hogar olía a medicinas y ternura.

Pero Ada jamás había ido a la escuela, ni tenía amigos. Vivía en una habitación sin ventanas, con la única compañía de una lámpara que parpadeaba al ritmo del corazón de Irina.


Cada mañana, la mujer entraba con una bata blanca, un termómetro y una libreta. "Hoy tu fiebre ha subido. Mejor será que no te muevas", decía, aunque Ada no sentía calor. "Tu piel está pálida", murmuraba, y entonces, la niña comenzaba a sentir que efectivamente algo iba mal. Irina apuntaba cada síntoma inventado como una profecía autocumplida.

A veces, la llevaba al hospital, pero siempre a uno distinto. “Nadie te entiende como yo”, repetía, mientras pedía análisis innecesarios, describía dolencias que Ada no conocía y hablaba con médicos con ojos cansados que ya no sabían a quién creer. Pronto, la niña empezó a desconfiar de sus propias sensaciones. Ya no sabía si realmente le dolía el estómago o si simplemente debía dolerle.

Un día, Ada miró el espejo del baño. Lo hacía por primera vez. Descubrió un rostro delgado, con ojos grandes, ausentes, como si siempre hubiese estado siendo observado por otro. De pronto, se preguntó: “¿Qué sentiría si nadie me mirara?”. Era una idea simple, pero inmensa. Una grieta en el muro de su realidad.

Esa noche, cuando Irina vino a darle otra pastilla, Ada la observó fijamente. No con miedo, ni con sumisión. Solo la observó. Y en ese momento, Irina retrocedió. Por primera vez, no supo qué escribir en su libreta. Por primera vez, fue ella quien se sintió observada.

Al día siguiente, Ada desapareció. Nadie supo cómo, ni por dónde. Solo encontraron un dibujo en la pared: una niña sentada bajo el sol, rodeada de niños, y con los ojos bien abiertos.

Irina fue hallada días después, caminando sola por el hospital, pidiendo ayuda para una hija que, según los registros, nunca existió.